Hace un tiempo leí el libro The Hapiness Hypothesis, de Jonathan Haidt me gustó tanto que es de esos libros que se me quedaron grabados para toda la vida, lo podría resumir como un compendio de estudios científicos que tratan sobre la felicidad y cómo aumentarla a largo plazo.

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Según estos estudios, todos nacemos con un índice de felicidad inherente, pogamos algunos ejemplos del 1 al 10 para poder contabilizarla, digamos que Carlos nace con un 5 de felicidad, eso lo haría una persona no muy feliz cotidianamente, en cambio digamos que María nace con un 8 de felicidad, en su vida cotidiana se podría considerar una persona feliz. Es raro que una persona nazca en los extremos, de 2 hacia abajo o 9 hacia arriba.

Claro que esto se puede cambiar, las cosas que Carlos y María hagan o les sucedan aumentan o disminuyen su índice de felicidad, por ejemplo si es el cumpleaños de Carlos podría ser que ese día su felicidad aumente a 7, mientras que si maría perdió el autobús su felicidad podría disminuir a 6, pero algo interesante que dice el libro es que a largo plazo la felicidad va a regresar al índice “normal” de la persona, una vez que termine el cumpleaños de Carlos y tal vez pasen un par de días, su felicidad volverá a 5, mientras que una vez que María tome el siguiente autobús se olvidará del tropiezo y su felicidad volverá a 8. Según el libro, esto pasa incluso con eventos extremos, como por ejemplo si Carlos gana la lotería, ese día su felicidad puede ser hasta de 10, pero en algún punto volverá a 5, o si maría se accidenta y pierde una pierna, su felicidad bajará hasta 1 y tal vez dure años en recuperarse, pero eventualmente volverá a su 8.

Los pequeños placeres de la vida (y muchos que consideramos como grandes placeres), aumentan nuestra felicidad, pero este aumento no es duradero. Entonces ¿cómo hacemos para que nuestra felicidad aumente a largo plazo y que ya no vuelva a bajar mientras lo sigamos haciendo? el libro presenta estudios y concluye que hay tres formas de hacerlo y cuyos resultados son visibles aún después de dejarlo[1].

  1. Terapia medicada: Esta es la menos sorpresiva de las tres, la terapia medicada con un profesional ayuda a subir el índice de felicidad y mantenerlo mientras estemos tomándola, parece que estar medicado no sea lo mejor a largo plazo, pero de los tres métodos este es en el que más rápido se notan sus efectos.

  2. Religión: La religión también es un factor que aumenta la felicidad a largo plazo, las personas que la practican son más felices y este estado se puede mantener por un tiempo después de haberlo dejado. Tal parece que la función de esta no ha sido solamente encontrar una respuesta a lo que no conocemos.

  3. Meditación: Parecería una moda, pero la meditación en cualquiera de sus formas ayuda a aumentar la felicidad a largo plazo, también con efectos duraderos incluso después de dejarlo.

Ahora, aquí una nota personal, una pregunta que me he hecho al respecto es ¿eres realmente feliz si lo que te hace feliz son unas pastillas que alteran tu química cerebral? ¿no sería como vivir engañado al estilo “Un mundo feliz” de Aldous Huxley?. Lo mismo puede pensar un ateo en el caso de la religión o un escéptico en el caso de la meditación, pero bueno, esta ya es una pregunta que sale del alcance del libro, este se encarga de plantear hechos científicos y ya tocará a cada quien aplicarlos o no según su parecer. En lo personal creo que en estos tres casos el fin justifica los medios, si estas tres cosas te ayudan y te hacen feliz, valen totalmente la pena.

[1] Esto no significa que haya otras como mostraré en un post futuro acerca de estudios sobre la gratitud. Esta no es opinión mía, es lo que dice el libro.